El 90% de los vecinos de Sarrión (Teruel) cultivan trufas
Covid, el bueno, rastrea cada palmo de una parcela
repleta de encinas. Su olfato perruno es infalible y está perfectamente educado
para hallar un tesoro culinario que nace y crece bajo tierra. Se trata de la
trufa negra de Teruel, un hongo considerado ya como el oro negro que ha
revitalizado la economía y la vida de la comarca de Gúdar-Javalambre, situada
al sureste de la provincia. Por estas tierras, que lindan con Castellón, pasean
los truficultores y sus perros en busca de un manjar que se ha vuelto la última
esperanza para este enclave de la España vaciada.
En Sarrión, uno de los municipios de la comarca,
“más del 90% de la población tiene alguna plantación de trufa ya sea grande o
pequeña”, explica a EL ESPAÑOL Daniel Brito (Teruel, 1987), presidente de la
Asociación de Truficultores de Teruel (Atretur). “Es más, yo sólo conozco a un
par de vecinos que no tienen nada que ver con la trufa”, añade. Por ello,
Sarrión se ha convertido en la capital mundial de la trufa negra.
Sus 1.201 habitantes sobreviven, en buena parte,
gracias a un producto que llega al consumidor final a partir de 350 euros el
kilo en noviembre y a partir de 1.000 euros al final de la campaña. Eso sí, el
precio fluctúa en función del año y de la época de la temporada, por ello es
casi imposible establecer un precio fijo. El indicado, se refiere a la trufa ya
lavada, catada y seleccionada.
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