La sequía aprieta en Teruel

Fuentes secas, embalses por debajo de la media, cultivos agostados, camiones cisterna para dar de beber al ganado... En Teruel, varias comarcas llevan meses padeciendo una sequía extrema que les ha puesto contra las cuerdas. Las cosechas ya se han perdido o están en camino, mientras que los costes para mantener las explotaciones ganaderas se han disparado. Por ahora, el agua de boca parece garantizada, pero todos miran con aprensión al cielo en espera de unas lluvias que no hacen acto de presencia.

Una de las zonas más afectadas es la que abarca al río Guadalope y sus afluentes. Con el embalse de Santolea al 20% de su capacidad, el de Caspe al 29 % y el de Calanda al 22%, la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) ha declarado la “situación excepcional por sequía extraordinaria” y ha adoptado medidas como la reducción de las dotaciones de riego.

 “La situación es seria”, reconoce José Fernando Murria, presidente de la Comunidad de Regantes. Su mayor preocupación es la cosecha del melocotón tardío, un producto en alza bajo la denominación de origen Melocotón de Calanda, que exige una gran inversión económica y ser regada en el verano. “Hay nervios entre los agricultores, aunque entre el agua que queda y lo que pueda ir entrando espero que lleguemos”.

Parte de sus esperanzas están puestas en los trabajos iniciados por la CHE para bombear agua de los pozos de la cola del embalse de Calanda, en el entorno del manantial de Los Fontanales. Sin embargo, la organización de cuenca ha advertido que suspenderán el bombeo si afecta a los caudales ecológicos o manantiales de la zona, por lo que todavía nada es seguro.

También pintan bastos en la vecina comarca del Maestrazgo, fronteriza con Castellón. En el pueblo de Mirambel, de 115 habitantes, llevan un año sin apenas ver caer una gota. Una de sus captaciones municipales se ha secado y la otra está a la mitad. Hay agua de boca, pero han restringido el riego de jardines y huertas y no podrán llenar la piscina en verano.

Pero lo que de verdad preocupa a su alcaldesa, Carmen Soler, son los apuros que atraviesa la ganadería. Pilar fundamental para la economía local, sus profesionales llevan meses afrontando costes extra para llevar agua a sus explotaciones –ahora la van a trasladar en camiones de un pozo de la localidad vecina de La Cuba– y comprar paja y pienso ante la falta de forraje en el campo. “Es un mazazo, sobre todo para la gente joven que acaba de empezar y quizás no pueda asumir los sobrecostes. Si la situación se mantiene, peligra su viabilidad”, añade / LEER NOTICIA COMPLETA

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